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“Un ratito”: la medida más elástica del tiempo mexicano

🕰️ (O por qué seis cigarros pueden ser una unidad de distancia)

En el universo de las medidas temporales, hay algunas confiables —segundos, minutos, horas— y otras que obedecen más a las leyes del clima, del humor o de la cultura. Entre estas últimas vive, campante, la expresión “un ratito”, esa unidad de tiempo líquida, poética, tan escurridiza y muchas veces desesperante.

Per con sombrero
Per Imerslund con traje de charro y un sombrero

En México, "un ratito" puede durar desde un bostezo hasta una vida. Y pocos extranjeros lo han documentado con tanto desconcierto como Per Imerslund, un noruego confundido que se enfrentó al sol, un radiador y a una respuesta que parecía un acertijo.


Uno de los mejores registros literarios de este fenómeno viene de un noruego que en los años 30 se aventuró por México: Per Imerslund, autor del libro Hestene star salet (“Los caballos están ensillados”), publicado en Oslo en 1936 por Gyldendal Norsk Forlag. En él, describe con honestidad brutal y asombro extranjero la experiencia de viajar en tierras mexicanas, plagadas de calor, polvo y respuestas evasivas. Personaje quien recorrió México dejando constancia de su estupor ante un país donde el tiempo no se mide, se intuye.


Imerslund se encuentra varado en el trópico mexicano, en un lugar donde los cactus no dan sombra, el sol no perdona y el auto en el que viaja ha decidido rendirse. Con calor y polvo hasta en el alma, nuestro autor busca sombra, pero lo único que encuentra es el hueco debajo del coche, el cual apesta a gasolina y aceite. Literalmente, es más digna la tortura solar que esa cueva grasienta.

A norweian under the car

En uno de los pasajes más intensos, nos lleva a una escena de calor extremo, con el auto descompuesto en medio de la nada. Imerslund intenta ayudar al chofer con la reparación, pero su gesto es recibido con incomprensión: ¿por qué un hombre blanco querría ensuciarse con trabajo físico? Así que se retira y busca sombra. Mala idea.

“Jeg blev nødt til å krype inn under bilen. Der var skygge. Men det luktet så av olje og bensin, at jeg foretrekker å pines i solen.” Tuve que arrastrarme bajo el coche. Allí había sombra. Pero olía tanto a aceite y gasolina, que preferí torturarme bajo el sol.

Sediento, se dirige al chofer, esperando algo de agua. Y lo que recibe es esto:

“Jeg spør chaufføren efter vann, og får til svar at jeg kan ta det fra kjøleren.” Le pedí agua al chofer, y me respondió que podía tomarla del radiador.

La escena podría ser cómica si no fuera tan cruel. Para cualquier europeo, esto sería una falta de respeto a la civilización. Pero el chofer no lo dice con mala intención. En su lógica, eso es agua, técnicamente. Gris, viscosa, maloliente… pero líquida al fin. Ante la negativa a beber óxido caliente con sabor a desesperación, Imerslund decide aguantar... pero necesita saber cuánto durará la tortura. Así que pregunta:

“Om det var langt dit?”¿Faltaba mucho para llegar?

La escena no solo retrata el sofoco literal del mediodía mexicano, sino también ese sofoco existencial que provoca la ambigüedad del lenguaje. Imerslund, hombre del norte, con relojes exactos y trenes puntuales, no logra entender qué diablos significa "un ratito". Y no lo culpo.

“Hvor lang stund, hvor mange timer eller hvor mange minutter?" ¿Cuánto tiempo, cuántas horas o cuántaos minutos?

Y el chofer, sin dudar, desarma al noruego:

“Å, en liten stund, «un ratito» Sí, un ratito.
«Men hvor lang ratito,» spør jeg ærgerlig. Pero ¿hasta cuándo ratito?" pregunto con tristeza.

Aquí se produce el verdadero choque de mundos. El mestizo se detiene, reflexiona, y responde con una imagen que podría estar en un poema costumbrista:

“Fra plantasjen til stranden rir man så lenge som man bruker for å røke seks sigaretter.” “Desde la plantación hasta la playa se tarda lo que uno se tarda en fumarse seis cigarros.”


Six cigars away


La expresión “seis cigarros” funciona como una unidad de medida temporal-relacional no estandarizada, cuya precisión no radica en su duración objetiva, sino en su capacidad de enmarcar una experiencia compartida.


Operando como una forma cultural de estimación, esta unidad integra variables físicas (el tiempo promedio para fumar), contextuales (la ruta y el clima) y sociales (el ritmo de vida local), y sirve como marcador de un tiempo vivido más que cronometrado.


En este sentido, “seis cigarros” no cuantifica el trayecto, sino que codifica la espera dentro de una lógica narrativa y afectiva del tiempo: una que prioriza la percepción sobre la métrica, y el acuerdo implícito sobre la exactitud.


Entonces… ¿qué es “un ratito”?


“Un ratito” no tiene valor universal. En el contexto del radiador y el calor infernal, significa:

  • — No tengo idea de cuánto falta.

  • — No tengo prisa por averiguarlo.

  • — Usted tampoco debería tenerla.

  • — Y si pregunta mucho más, se va a deshidratar igual.


“Un ratito” es un modo de aplazar lo urgente sin mentir. Es una herramienta de supervivencia verbal en climas extremos, donde la precisión no ayuda, pero la calma sí. Es una promesa suspendida en el aire, deliberadamente imprecisa, diseñada más para calmar que para informar. En el contexto del relato de Imerslund, esa frase funciona como una frontera lingüística entre dos mundos: el del viajero que exige certeza, y el del habitante que habita la incertidumbre con naturalidad.


Cuando la duración de un trayecto se describe como “lo que uno tarda en fumarse seis cigarros”, no se está ofreciendo una medida cuantificable, sino una forma local de habitar el tiempo. Seis cigarros equivalen a una temporalidad subjetiva, elástica, moldeada por el cuerpo, el clima, la pausa y la experiencia acumulada. Es una unidad de espera sin cronómetro, cargada de sentido pero vacía de urgencia.


En ese paisaje caluroso y hostil, “un ratito” no responde a la pregunta “¿cuánto falta?”, sino a una más profunda: “¿estás dispuesto a soltar el control y aceptar el ritmo del lugar?”. Quien insiste en saber, se frustra. Quien aprende a fumar el tiempo, comprende.


Referencia completa: Imerslund, Per. Hestene star salet. Oslo: Gyldendal Norsk Forlag, 1936.


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